marzo 20, 2022

VIII Marcha BTT PINA de EBRO

Por Fernando (Alazanes) »

Cualquier carrera, prueba, marcha o evento ciclista donde no ondeen los colores de BttZaragoza C.C. se puede considerar coja o incompleta. Por ello este domingo cuatro miembros del Club, más otro compañero con el que coincidimos allí para fundirnos en un fraternal saludo, nos confabulamos para asistir y participar en la clásica Btt Pina de Ebro organizada por el Servicio comarcal de deportes de la Ribera Baja, Ayuntamiento, Club ciclista de Pina y con la colaboración de empresas de la zona.

Tocaba madrugar pues, aunque la localidad está próxima y se circula por buena carretera, había que llegar con tiempo suficiente para buscar aparcamiento, preparar las máquinas, enfundarnos la vestimenta y recoger el dorsal junto a la bolsa con el chaleco cortavientos y pastelería variada  con la que nos obsequiaron.

Desde el primer momento te das cuenta, por la cantidad de voluntarios y personal de la organización presentes, que cuidan hasta el último y más pequeño detalle con el admirable fin de hacernos lo más agradable posible nuestra estancia allí. De 10.

Con una puntualidad que nada tiene que envidiar a la afamada inglesa se dio la salida. En vanguardia los apuntados en el trayecto largo, con más desnivel y por tanto más dificultoso. 65 km. y 900m. de desnivel positivo. Tras ellos el resto, los de la ruta corta, nosotros. 42km. y 400m. de desnivel positivo.

Más que el inicio de una marcha dominguera parecía una huída, fuga o evasión por el ritmo desenfrenado de los primeros kilómetros, donde la teoría de rodar suave para ir calentando se desvaneció con las primeras pedaladas. Poco tardó el pelotón en estirarse como una goma, en fila india y donde ya cada uno iba cogiendo su posición, ritmo y cadencia.

Una primera zona de divertidas sendas entre pinos dio paso a la parte más fatigosa, de constante ascensión, sin rampas de porcentajes elevados, muy tendida y con buen terreno pero que iban mermando las fuerzas lentamente. Para evitar el barro hubo que improvisar una alternativa atravesando un campo sembrado hasta retomar el track. Poco antes de llegar a la Caseta de los Cazadores, donde estaba situado el primer avituallamiento, el aroma a barbacoa ya se hizo perceptible e impregnó tanto las fosas nasales como la boca y los pulmones.

Allí nos reagrupamos para atacar vilmente a las fuentes de pan, longanizas y panceta que nos tenían preparadas. Nada de barritas energéticas, geles y frutos secos. Nada de eso. Un avituallamiento como merecen los esforzados: manjares porcinos, algo de fruta y pastelería, mucha pastelería. Nosotros nos comportamos aceptablemente correctos por el bien de la imagen del Club, pero hubo quienes ya estaban zampando cuando llegamos allí y así seguían cuando reiniciamos la marcha.

Y llegó la parte de disfrutar, el descenso. Largo y vertiginoso, sin dificultades, con buen piso y ligera brisa empujando por retaguardia. Tanto así que antes de digerir por completo la dosis de grasas saturadas ingeridas anteriormente ya estábamos en el segundo avituallamiento. A falta de 9 km. para la meta nos bastó con algo de líquido y una porción de naranja aunque costó, y mucho, no caer en la tentación de degustar alguna palmerita de esas que parecían llamarnos dulcemente.

La parte final tenía una pequeña emboscada. La subida a la ermita y desde allí enlazar con una nueva zona de sendas hasta llegar al mismo trayecto que a la ida, rodar los últimos 5km. planos y entrar en meta.

La verdad sea dicha que marcamos un gran tiempo y una buena media pero eso nos llevó a tener que esperar más tiempo del deseado mientras llegaban el resto de participantes. Con calma, aseados y las máquinas a buen recaudo y descansando en los coches nos dirigimos tranquilamente hasta el Pabellón multiusos donde tenían preparada una barra que más bien parecía un paritorio de platos de jamón, chorizo, salchichón, longaniza… … y líquido, mucho líquido. Nos lo habíamos ganado, vaya que sí.

Y por si fuera poco, ya sentados en las largas mesas dispuestas para ello, nos vimos en la obligación de dar buena cuenta de la fideuá de carne que con esmero y dedicación habían cocinado. Unos flanes acompañados de más palmeritas, un rato de tertulia, la despedida y vuelta a casa.

En fin, un gran día, buena ruta que supo a poco, la agradable compañía, y una organización como ya escribí al principio… … de 10. Para repetir sin dudarlo.

Gracias a tod@s por todo.